Era una noche infernal, llovía a mares. Dylan Carter tenía un aspecto deprimente. Entró en la habitación; hacía mucho frío. Tan solo un sofá, una mesa de madera color caoba, una silla y un pequeño mueble con una televisión estropeada adornaban la estancia. Miles de fotografías de grupos de rock de los 70 y recortes de revistas musicales colgaban de la pared como un mosaico de colores sucios.
Dylan miró a su alrededor. Sus compañeros se habían portado bien, le habían advertido de lo que iba a encontrar. Sobre un sofá mugriento, estaba, frío y tieso, el cadáver. Las piernas sobresalían hacia el suelo y una manta sucia lo tapaba.
Quitó la manta. Se dio de bruces con el cadaver de una mujer. Ella tendría sobre unos cuarenta años, pelo rubio, y de estatura media. Empezaba a perder carne de su cara y su cuerpo, debido a su estado de descomposición. Calculó que llevaría unos cinco días muerta.
El cadaver era hermoso en su putrefacción. Se acercó y observó sus ojos, su cara en general, Se estremeció al sentir la muerte tan cerca, durante un rato, hizo su trabajo a la perfección. Lo procesó como le habían enseñado en la academia. Se quitó de la manga de su camisa un ligero pellejo que se le había quedado enganchado al rozarse con la muerta. Suspiró profundamente.
Salió de la habitación. Recorrió las estancias contiguas. Entró en una, buscando a sus compañeros. Observó algo que le llamo la atención. Era un punzón encima de una mesa. Estaba ensangrentado por la punta, junto a varios lápices y una goma de borrar demasiado usada. Lo cogió y, lo metió en una bolsa para su procesamiento posterior. Regresó junto al cadaver. Entró en la habitación con nervios. Había encontrado el arma homicida. Ya solo faltaba el móvil del crimen.
Se sentó en una silla y comenzó a observarla. Sus ojos se iluminaron. Cogió la mano de la mujer; la asió con fuerza. En su puño cerrado, había un trozo de plástico. Este era de forma triangular.
Dylan cogió unas pinzas de su maletín y, comenzó a abrir el puño cerrado de la mujer. Lo intento de manera continuada. Pero no era tan sencillo; la carne, casi gomosa, y algún hueso incómodo, le impedían llevar a cabo su labor. Le estaba resultando complicado. Estuvo cerca de quince minutos removiendo con la pinza. La clavaba con fuerza, y removía para ambos lados, pretendiendo sacar el trozo de plástico duro.
Miró triunfal el objeto y se sentó. Respiró profundamente un rato. Miró el cuerpo. Observando la rigidez post-mortem. Pensó que tuvo que ser bella.
Mascullo: “joder, joder, ” si es una púa de guitarra marca Dunlop serie Harley Davidson, con las iniciales J.L en color rojo. ¿J.L.? ¡unnnmmm…!
Tuvo la mejor sensación de su vida. Sintió que se mareaba. Perdía la conciencia durante unos instantes, le faltaba la respiración. Cerró los ojos y disfrutó de haber visto la púa, la cual sólo habia visto en fotos. Abrió los ojos y suspiró profundamente. Estaba alucinando. No había conocido esa sensación nunca. Se asustó y soltó la mano. No podía gritar, no le salía la voz. No podía ni moverse. Se le congeló el cuerpo. Se movió hacia la puerta, corriendo, para llamar a sus compañeros. La habitación comenzó a dar vueltas, parecían salir voces de todas y cada una de las fotografías. La muerta danzaba a su alrededor. Estaba seguro. Estaba totalmente convencido....
Era la púa de guitarra de John Lennon. Una reliquia extraviada en 1969, en un hotel céntrico de Montreal. John y Yoko se encerraron en una habitación. Pasaron ocho días entre las sábanas, bajo el lema “En la cama por la paz”. La púa, se busco y busco, por empeño de John, pero jamás fue encontrada.
Dice la Leyenda, que quien toque la guitarra con ella, le fluirán los acordes y las ideas, como si estuvieran guiados por el mismísimo Lennon. Así que no es de extrañar, que alguien sea capaz de matar por conseguirla.
Algunos músicos, acabados y sin inspiración, mandaron a sus seguidores más leales en su búsqueda. Esto trajo consigo muertes en extrañas circunstancias. Muertes en el mundo del Rock, que no fueron esclarecidas. Hubo sospechas sobre los motivos. Estos no eran otros, más que apoderase de la púa y del poder que representaba.
Pensó que aquí acabarían muchos de los asesinatos ocurridos en extrañas circustancias.
Quedaría depositada en su lugar. Esta permanecería junto a la guitarra de Lennon en el Palacio de la Musica. Colocada en una urna de cristal blindado. Custodiada por fuertes medidas de seguridad.