A las 22:00 de la noche Dylan Carter se dirigió al concierto homenaje que le brindaba una banda amiga, cuya música empezaba a oir cuando llegó. El ruido era ensordecedor y salió a recibirlo la hermana de los músicos. Estaba lujosa con su vestido de fiesta. Una sala de su antigua mansión había sido desocupada de los enseres que contenía, para hacer el concierto homenaje a Dylan Carter en él. Había una gran bandera negra en el techo con el símbolo Hippie en blanco, suspendida de una de las vigas, daba vueltas media docena de luces. Mientras tanto en el escenario los músicos tocaban soberbios e impecables como era de costumbre.
El grupo lo formaban un batería, un guitarra, un bajo y el cantante. Entonaba con maestría una versión del “Esperaré en el infierno” de Hamlet (…Si nadie intenta proteger mis derechos, me sobra tiempo, esperaré en el infierno..), era tal combinación de alegres y ligeros acordes; los versos que cantaban eran tan tiernamente sencillos, que el más culto hubiera escuchado en éxtasis aquella música semisalvaje. Cuando de repente suena un ¡ring! ¡ring!. Suena el maldito telefóno y regresa a la dura realidad. Lo coje a tientas y tras unos segundos escuchando por el auricular lo vuelve a arrojar fuertemente contra la pared: su manager no ha conseguido el contrato para dar un concierto en el Palacio de la Música. Se Levantó y cogiendo de la mesita de noche la botella de Jack Daniel’s, y dando un trago enorme, se maldijo, por haber sobrevivido al Rock. Tenía que haber muerto hace años como Jim Morrison, y ahora sería esa gloria del Rock & Roll que tanto deseaba ser. Ahora es simplemente un músico acabado, casí profesional, atrás quedaron los días de gloria y exceso de alcohol y drogas junto a los componentes de su banda. Se sentía solo y abandonado.
Lo que no estaba en los planes de Dylan Carter era el éxito. Y asfixiado por el, decidió, hace muchos años, abandonar el mundo del rock y huir a Málaga, España, en busca de sus fantasmas más íntimos. Allí conoció a unos jóvenes músicos que hacían versiones de otros grupos e intentaban hacer las suyas propias. El fue el espejo donde ellos miraron a la hora de componer. Fue su guía, él le condujo hasta la fama, fue el quien le guió en la senda del éxito. El éxito de otro. No fue capaz de encauzar el suyo propio.