sábado, 29 de agosto de 2009

La huida de Milena

as cosas empezaron a resultar verdaderamente irritantes cuando después de varios días de búsqueda, Dylan Carter comprendió que la versión que la portera de su casa le dio sobre la desaparición de Milena no era la correcta.

A partir de ese momento, sucedieron las horas de búsqueda desesperada por las calles y la consiguiente decepción. Sólo quedaba la opción de volver a la casa y esperar a que Milena apareciese por su cuenta.

Estuvo a punto de abandonar y probar quizás otras opciones (Llamar a la policía o a otras instancias, etc.), pero desistió. El sabía que Milena era así, que tenía su carácter y su forma de ver la vida, totalmente diferente a los demás. Sabía que volvería cualquier día, como que había salido a dar un paseo o que le apetecía desaparecer por unos días para cambiar de aire o se había enamorado de alguien.

Pasaron las semanas y no hubo ni rastro de ella. Preguntó en el bar donde solía ir con él a desayunar, todos los sábados, en la taberna de la esquina, en la tienda de comestibles, en todos lados donde habitualmente iban y nada, era como si la tierra la hubiera engullido.

Cansado ya de buscar, cejó en el empeño y decidió seguir con su vida, centrarse en su trabajo y en su mujer y sus hijos, que al fin y al cabo era lo único que le debería de importar realmente.

Una noche tuvo un sueño, un sueño que le despertó, gritando en la oscuridad, su mujer se asustó, pues el grito que soltó, lo tuvo que oír los vecinos. Soñó que se la encontró por la calle una noche helada de invierno, devuelta a casa del trabajo y tras dejar el coche en el aparcamiento, él la saludo, pero ella en vez de dejarse saludar, salto sobre él y  lo derribo al suelo. Le araño la cara y las manos al intentar defenderse.

De repente, salió corriendo, como si la persiguiera el diablo, posesa. Dylan Carter, quedó mal herido en la acera, un vecino, se le acercó, le ayudó a incorporarse. Le dio las gracias y subió a su casa para curarse las heridas. Su mujer cuando lo vio se echo las manos a la cabeza. Le recriminó, la obsesión que tenía por Milena. Le dijo que tenía que elegir entre esa "perra" y su familia.

Tras ese día se juró que no volvería a dejarse seducir ni embaucar por los ojos cariñosos de ningún "animal hambriento" ni mal herido como fue el caso de la perra Milena, que la encontró un día, abandonada por su antiguo dueño en la playa, amarrada junto a una palmera, Estaba gimiendo de dolor, los huesos los tenia entumecidos de tantos palos. Dylan la rescató y se la llevo, la curó y se encariño de ella.

Comprendió que la crueldad es un signo de disturbio psicologico no solo del que da sino del que recibe.